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EL NÚÑEZ DEL ALCARAZ, EL DOMECQ DE ALBACETE

(OBITUARIO)

Por Álvaro Acevedo / Foto: Tribuna de Albacete

Ha muerto Daniel Ruiz, y si observamos la imagen que ilustra este obituario, díganme si su pelambrera no parecía la de un genio de la ciencia, si su mirada no era la de un fanático de la alquimia a punto de hacer estallar algo.

Sin una pasión que raye la demencia no hay ganadería que valga, y Daniel era un loco de esto del toro bravo, una versión manchega del ganadero genial, mitad Núñez y mitad Domecq, nacida en Albacete. Gesticulante, lenguaraz, directo, vivo, con el carácter que otorga creer con firmeza en una idea y no salirse jamás del camino marcado, moldeó el toro en el que creía y dijo siempre lo que le salió de los cojones. «Lo minoritario es minoritario porque no embiste», y ya le odiaron para los restos.

Le ha explotado el corazón cuando regresaba de Castellón, donde El Juli y Manzanares lidiaron sendos toros suyos, el último con una clase excepcional, que es la virtud realmente minoritaria del toro de lidia, el carácter más difícil de fijar. Daniel Ruiz lo había conseguido, y en sus manos estaba hoy día la vacada de más calidad del campo bravo. Los toreros le veneraban y los que le odiaban eran los mismos que detestaban a las figuras del toreo. La indiferencia, o sea, no cabía frente a este volcán cuya erupción permanente no aplacaba el paso de los años.

Se ha ido a los 72 con su misión cumplida y el relevo asegurado. El mundo del toro lamenta su muerte repentina, pues hay personajes insustituibles. Le lloran su mujer, los nietos y sus hijos. Dani volverá mañana a los campos de Alcaraz para seguir el camino del patriarca, pero ya sin poder abrazarse a él cuando una erala embista con clase en el tentadero. Sus toros están en buenas manos, maestro.

 

 

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