CON TODOS USTEDES, DIEGO VENTURA

San Isidro / El Capea
(OPINIÓN)
Por Álvaro Acevedo / Foto: Arjona
Sacó al elegante «Joselito», al genial «Bronce», al templado «Fabuloso», al artista «Nómada», al brillante «As de Oro», al infalible «Guadiana» y al legendario «Nazarí» como podía haber sacado a otros caballos toreros de su cuadra interminable. Con ellos recortó preciso de salida, atacó de frente, batió dando el pecho, quebró con ajuste, galopó de costado con temple milimétrico, bordó los cambios de grupa, apuró las piruetas hasta lo inverosímil, fundió en un mismo ser la montura y el toro, se arrimó sin cabezada, ligó las cortas y las rosas… Toreó a caballo.
Compartió cartel con el valiente Leonardo, que emborronó en la suerte suprema su buen hacer; y con el novel Duarte Fernandes, futuro del rejoneo en Portugal. Lidió Diego dos buenos toros de El Capea y de principio a fin de su actuación demostró porqué no hay nadie que le haga sombra a este hombre con la sabiduría de un maestro pero que conserva la raza de su primera vez. El conocimiento de los terrenos, la asunción extrema del riesgo, el sentido del espectáculo, la superioridad de su doma y un elenco de caballos inigualable lo hacen único, demoledor, insuperable.
Y al final de su memorable tarde, como broche sentimental a sus dos redondas faenas, despidió a «Nazarí», ese coloso que no falló nunca en 20 años. Que templó a los toros nobles, que sometió con valor a los difíciles, que acarició a los que tuvieron clase y que enceló a los faltos de bravura. La ceremonia tuvo algo de rito misterioso, casi sagrado. En el centro del ruedo, la otra parte del centauro liberó al caballo de montura y cabezada, y «Nazarí» se negó a marcharse de la plaza, trotando por la arena con el poderío de un potro, como un animal mágico, pidiendo más y más guerra. Eternamente joven. Y la gente, conmovida por la emoción, le dedicó sus últimas ovaciones antes de sacar a hombros a Diego Ventura por la Puerta Grande de Las Ventas. Por decimooctava vez.
Pero esa gente ha de saber que las mafias del sistema, los enjuagues de unos y de otros, la sordidez de los que maquinan en la sombra de los despachos, la ruindad de los que no aman el rejoneo sino exclusivamente a sí mismos, han conseguido que este líder ya histórico del toreo a caballo, Diego Espíritu Santo Ventura, haya estado sin torear en San Isidro desde la temporada de 2019. Esto, todo esto que habéis visto hoy, es lo que os habéis perdido en estos cuatro años. Pero no preocuparos: la pobre afición de Navarra y prácticamente igual la de Bilbao, llevan así toda la vida. Al gran «Nazarí», eso es cierto, ya se lo han perdido para siempre…