(OPINIÓN)
Por Paco March / Foto: Arjona
Se llama Joseba Asirón, pertenece a Bildu y es alcalde de Pamplona desde 2023, moción de censura mediante, un nuevo mandato desde el primero entre 2015 y 2019. Historiador y profesor de ikastola. Hechas las presentaciones, los hechos que a estas páginas taurinas lo traen.
Resulta que el ayuntamiento que preside se ha sacado del magín un video promocional de los Sanfermines donde personalidades relevantes -así las presentan- del tejido social y cultural de la capital navarra explican lo que son “unas fiestas sin igual, riau-riau” intercalándose con imágenes y sonidos de chupinazo, gigantes y cabezudos, las peñas y sus pancartas o los almuercicos. Con dos omisiones flagrantes: el santo que les da nombre y los toros. Como éste es un portal laico y taurino, dejo a juicio del lector la consideración de que a San Fermín ni se le vea ni se le mencione, aunque clame al cielo. Pero lo de los toros…
Asirón, como alcalde que es, debe una explicación a su pueblo pero él no es Pepe Isbert- más quisiera- ni sus discursos los escribe Berlanga y tampoco Pamplona es Villar del Río.
Lo de Asirón va más allá del sectarismo o del animalismo. Lo suyo, de los suyos y lo de quienes los amparan, es censura pura y dura con el agravante ignominioso de falsear la Historia, siendo él historiador. Hay que joderse…
Basta con visitar, entre muchas, la página de internet sanfermines.net para darse cuenta del disparate y la burla de Asirón. En lo religioso, se remonta al siglo XII y dos siglos después ya entra en escena el traslado de ganado y, en él, los toros. Durante varios siglos el poder político y religioso -tanto monta- observó con preocupación la paulatina decantación de la fiesta religiosa a lo pagano y quiso ponerle freno con medidas digamos disuasorias. Sin éxito, claro, y no pudiendo evitar que ya en los albores del siglo XX y ya en los locos años veinte y posteriores los sanfermines y en ellos los toros como eje que trascendiera lo local y lo nacional, con Hemmingway como altavoz , para hacer de Pamplona lugar de encuentro de gentes de toda nacionalidad, credo y condición. Gentes que, a miles, madrugan para participar del encierro; gentes que no duermen y viven una fiesta continua; gentes que cada tarde y durante siete días colman su plaza de toros, seriedad en la sombra, algarabía en el sol y entusiasmo compartido cuando desde el ruedo les llega el latido del toreo, sea este en divina forma o por la tremenda. Gentes capaces de hacerse suyos y cantarles a coro a, entre tantos, Emilio Muñoz o Jesulín, a Esplá o Morenito de Maracay, a Roca Rey o Morante.
Asirón, que como es tradición y en su condición de alcalde preside la corrida del día del santo, se ha ciscado en todo ello. También en el santo. Al fin y al cabo, pobre, es uno más en esa turba de meapilas servidores del pensamiento único y censor que ha hecho de la tauromaquia santo y seña de su inmundicia moral y estulticia intelectual.