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DE LA ALEGRÍA DE LA EMPALIZADA AL SEPELIO DE SEVILLA

(OPINIÓN)

Por Álvaro Acevedo / Foto: Diego Olmedo

Hoy, Día de Andalucía, hablo de Castilla y León. Valladolid es tierra de perdices y corzos. Como además la comarca es de buenos vinos y en ella pastan todavía las reses del hierro más antiguo de España, Raso del Portillo, confieso que a estos campos les tengo ley.

Recorrer sus carreteras y contemplar sus llanuras siempre me trae a la memoria la obra de Miguel Delibes, sus libros de caza en los que describe la naturaleza con un conocimiento portentoso de la fauna, la vegetación y los accidentes geográficos, haciendo uso de una riqueza lingüística deslumbrante. Para mí, como apasionado de la caza en prácticamente todas sus variantes, nadie como él podría merecer tanto la categoría de maestro.

Por todo ello, no dudé cuando me invitaron a charlar de toros junto a Julián Guerra en un pueblito de esta parte de Castilla, quizá la más profunda. Se llama Montemayor de Pililla y su población no llega a los 900 habitantes. No esperaba, por tanto, que en la amplísima sala elegida para el acto hubiese unas 200 personas, lo que supone una proporción de casi uno de cada cuatro de sus vecinos.

Pero nada es milagroso, todo tiene una razón. Detrás de este éxito de público estaba la Asociación Cultural Taurina “La Empalizada”, organizadora de estas jornadas -con su secretario Raúl Redondo al mando de una junta directiva muy unida- que ya van por su decimosexta edición. El nombre de la asociación deriva de la originalísima plaza de toros de esta ciudad, construida íntegramente a base de palos de madera de pino.

Declarado Bien de Interés Cultural de carácter inmaterial (B.I.C), este coso atalancado que se monta y desmonta cada año con motivo de sus fiestas patronales a mediados de septiembre, nos transporta a las mismísimas raíces del toreo, nacido del pueblo y para el pueblo. Y pese a todo ello, un Ayuntamiento sectario vive de espaldas a esta realidad e insiste en sus afanes reduccionistas, lo cual supone atentar contra la declaración de B.I.C. que ha merecido tanto el recinto como sus fiestas taurinas.

Con una tradición varias veces centenaria, las fiestas de toros en La Empalizada de Montemayor de Pililla son un capítulo aparte dentro de la temporada taurina. El toreo convertido en un rito marginal, romántico, casi anónimo. Cada año, el festejo popular y el de promoción de nuevos valores se fusionan el Día de la Cruz en esta Empalizada que ha visto entre sus maderos más de 350 años de faenas secretas, quizá de algún muchacho (el aspirante de la imagen se llama Juan Pérez) que fue después figura del toreo.

A la gente de la Asociación “La Empalizada”, que cumplirá 18 años a finales de 2025 y que cuenta con más de 200 socios, les debía este artículo, en gratitud por su amor a la tauromaquia y por las horas que estuvimos con ellos hablando de toros con una alegría y pasión como si no hubiese otra cosa en la vida más grande que el toreo. Apenas tres días después asistí a algo tan relevante como es la presentación de los carteles de la temporada en Sevilla, pero allí todo el mundo tenía la carita del que sale de un sepelio. En fin…

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