Sevilla. Novillos de Talavante para Marco Pérez y Javier Zulueta mano a mano.
(CRÓNICA)
Por Álvaro Acevedo / Foto: Arjona-Toromedia
Mientras toda suerte de videntes anunciaban el apocalipsis, en Sevilla hubo toros con total normalidad salvo los 20 minutos de retraso con los que se inició este mano a mano que servía de presentación a Marco Pérez. Estaba decretaba la alerta de emergencia en Andalucía pero… está bien que el toreo sea un verso suelto.
Tras romper filas el público tributó una ovación a los muchachos, quiero pensar (que no es lo mismo que lo piense) que recordando el debut con traje campero de Marco hace unos años, cuando le cortó el rabo a un añojo en un festival. La otra opción es que la plaza de Sevilla empiece a parecerse por ejemplo a la de Almería, que será lo más probable.
Marco ya no es un niño, la gente ya no se ríe al verle torear como un maestro en miniatura, pero es tan despierto y tiene tanta casta, que se sigue metiendo al público en el bolsillo.
El salmantino no dio tregua desde el primer minuto, yéndose a portagayola para recibir al bravísimo utrero de Talavante que abrió plaza, un animal fino que embistió alegre, casi al galope, difícil de atemperar.
Marco arrancó la faena a un nivel superior, con unos estatutarios firmes y muy derecho, y unas trincherillas gráciles, para luego ligar series vibrantes y muy bien rematadas, siempre en el sitio y con la muleta puesta por delante. Un puntillo acelerado por sus propias ansias de triunfo, convirtió el acople inicial en un toreo poco limpio y demasiado ligero, pero como derrochó raza y ambición, la gente valoró la actitud de Marco y pasó por alto que el novillo no terminara de estar sometido. Media estocada dio paso a la primera oreja de la tarde.
En el vestido de su rival, verde aceituna y azabache, se veía ya que éste era otra cosa. Y también, en los lances acompasados y de manos bajas con los que templó la embestida de su primer novillo, colorado, bociblanco, listón, precioso, haciendo rugir a la Maestranza. Javier Zulueta deleitó al público toreando con pureza a la verónica, mientras que Marco insistió toda la tarde en un toreo por delantales chisposo y alegre, como síntoma inequívoco de dos conceptos antagónicos.
Aunque el animal se atascó hasta condicionar la faena, todo lo que hizo Javier estuvo marcado por el clasicismo y el buen gusto. Los ayudados rodilla en tierra iniciales; los redondos de muleta tersa, muy planchada; los de pecho abrochados en la otra hombrera; los naturales profundos, arrancados a un animal ya remiso; y los ayudados por alto finales, también excelentes. Si no se pasa de faena y si no le tocan el horrible pasodoble que lleva su nombre, le hubiesen dado una oreja.
Cómo sería la cosa, que la afición recibió con aplausos la composición musical de su segunda faena, nada menos que “Suspiros de España”. A sus sones, Zulueta deleitó con una obra excelente premiada con una oreja de mucho peso que debieron ser dos. Consintiendo con pulso soberbio las pruebas de su oponente, dibujó un toreo limpio, clásico, asentado en la naturalidad, marcado por el temple, sin aspavientos ni violencia. Primero en engarzados derechazos y después en naturales se enorme clase, superados incluso por los de su última serie, de frente con los pies juntos.
Zulueta no competía con Marco Pérez sino contra el estigma de haber entrado en este mano a mano sin méritos reconocidos en 2024. Que accediera por ser el poderdante del empresario tenía un pase, pero que cerraran el paso al mejor novillero de la temporada pasada, Aaron Palacio, dejando la cosa en un mano a mano, clamaba al cielo. Se quitó Javier al fin ese lastre, si bien es inevitable hacerse esta pregunta. ¿Cómo hubiera sido el impacto del toreo de Zulueta, si la de ayer hubiese sido su presentación en Sevilla? ¿Qué pintaba el año pasado hasta tres tardes en la Maestranza, sin estar todavía cuajado?
Justo antes de esta faena excelente, Marco Pérez arrancó pases a ralentí a un animal nobilísimo y de escaso fuelle, lo que condicionó la brillantez de la labor del salmantino, pero no su capacidad. Este portento de chaval domina todos los registros del toreo y plantea las faenas según las circunstancias.
Espoleado por el faenón de Zulueta, se fue también a portagayola en el quinto, fuerte, jabonero, y le hizo luego una faena entregadísima, poderosa, mandona, de mucha quietud y ataque, terminando con un arrimón tremendo. Estuvo pletórico Marco, que quiere ser torero de verdad, y tras pinchazo y estocada cortó una oreja más, también de mucho peso.
Siguiendo los pasos de su compañero, Javier Zulueta también recibió en la puerta de toriles al sexto. Solventó el trance con sangre fría, pero hagamos un llamamiento para que no se ponga de moda tan arriesgada suerte, sólo oportuna en momentos excepcionales. Manso y con genio este último, fue el garbanzo negro de una completísima novillada de Talavante, pero un preclaro Zulueta le dejó la muleta puesta en los hocicos encelándolo de forma prodigiosa, hasta arrancarle los pases que no parecía tener. Huele Javier a torero caro, y Marco a torero millonario. Como no me voy a llevar la comisión de apoderamiento de ninguno, prefiero al de Sevilla. Si me la llevara, también.