Blog
0

SANFERMINES, ELOGIO DE LA DESMESURA

(FIRMA INVITADA)

Por Paco March / Foto: Feria del Toro

La anual cita sanferminera, aunque sea reducida en el tiempo, deja exhausto el cuerpo y henchido el corazón. Lo del cuerpo, ya saben, a cuento de almuerzicos, comidas, meriendas, cenas, siempre bien regadas. Añádase el madrugón para el encierro y el trasnoche para la farra. Todo ello, mientras el susodicho -el cuerpo, digo- aguante.

Lo del corazón es otra historia. Tiene que ver con los recuerdos de tantos sanfermines pasados y gozados, los reencuentros con amistades, la tristeza por las ausencias y, claro, el palpitar del toro, presente desde que apunta el alba hasta el estallido de los fuegos artificiales cerca de la medianoche.

Porque, pese a quienes mienten y manipulan abogando por unos sanfermines sin toros, la realidad se impone y con el encierro matinal y la corrida por la tarde lo desmiente. Sin embargo hay, o creo ver, signos para la inquietud si de lo estrictamente taurino hablamos.
Uno de ellos, ya desde hace un tiempo y cada año más evidente, es la desafección taurina de ciertos sectores de la solanera, las peñas en ella. Porque, pese a que incluso los propios toreros lo acepten, no parecen muy de recibo cosas como dar la espalda permanentemente a lo que ocurre en el ruedo o abuchear al matador en cuanto toma la espada. Lo demás, cánticos, meriendas, desmadre… se asume como “seña de identidad” y bien está. Pero si a ello se añade una sombra a la que entre charlas con los vecinos de localidad y trasiego de condumio y bebidas tampoco está muy por la labor, pues eso: los toros como acto social, no solo en Las Ventas o La Maestranza.

Resulta, sin embargo, que luego van los hechos y desmienten tales cavilaciones, tal que la corrida de Escolar y los tres héroes de luces que la enfrentaron. Lo hicieron con las armas de la ética y el valor. Dos de ellos, Rafaelillo y Robleño, desde la veteranía de tantos años lidiando hierros que otros no han visto en Instagram. Y Juan de Castilla, que dejó Colombia llevando en su nombre torero el conflictivo y violento barrio de Medellín que lo vio nacer, para jugarse la vida cada tarde en que las empresas taurinas le dan sitio.

Las dos últimas tardes han sido un desmadre, con matices. En la de La Palmosilla y su derroche orejil, mención para Fortes y el escalofrío que provoca esa imagen del pitón del toro directo a la yugular, afortunadamente sin hacer presa. De la de Miura queda la puerta grande de Colombo para engrosar estadísticas y el sonrojo de cómo llegó, con el torero venezolano tirando de populismo (Venezuela y populismo ¿de qué me suena?) y el sol y la sombra unidos en el dislate.

Pese a todo, aquí va un elogio: un elogio a la desmesura sanferminera, la generosidad de las gentes y, por qué no, su sensibilidad taurina y capacidad de abstracción que las lleva a entronizar a Morante, hacerlo suyo y él, encantado y peineta incluida a quien le tiró cubitos de hielo, quedarse en Pamplona a disfrutar de ella y a la vez aclamar a los toreros que como los de la tarde de los “escolares” o el citado Fortes, dignificaron el traje de luces a carta cabal.

Iniciar Sesión

Noticias similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

error: Content is protected !!