(OPINIÓN)
Por Paco March / Foto: Jesús Grasa
“La crueldad es condición ineludible de la belleza, porque lo es la limpia sensibilidad: la inteligencia”. (José Bergamín)
El mismo día en que las huestes animalistas (PACMA, AnimaNaturalis, Sumar, Podemos…) presentaban en el Congreso 700.000 mil firmas en su “Misión Abolición” con el añadido “No es mi cultura”, en el Hotel Oriente de Barcelona, el de Errol Flynn, Hans Christian Andersen, Joselito, Manolete o Mario Cabré, entre tantos otros nombres de la cultura y, en ella, el toreo, la afición catalana llenaba uno de sus salones convocada por UTYAC y con el cineasta Albert Serra como protagonista. Y vaya si lo fue.
Durante las dos horas en que al tiempo en que se proyectaba en pase restringido en la Filmoteca -muy próxima al Hotel Oriente- su tan premiada ‘Tardes de soledad’, y con el periodista de La Vanguardia Joaquín Luna y quien esto firma compartiendo diálogo, que por momentos fue torrencial monólogo de Serra, éste dictó una soberana lección de cine y en ella la tauromaquia presentada y explicada como -dice él, creo que con razón- “nunca antes se ha hecho”.
El de Serra y el del torero es una suma de compromisos, el suyo como director y el del torero como artista. “Tardes de soledad es una suma de soledades: la del matador, la de la cuadrilla y la del toro”.
Hacer la película era asumir un riesgo algo que, Serra díxit, ha hecho desde la más absoluta honestidad, mostrando la violencia, la sangre, esas cosas que tanto molestan a los puristas pero que dan sentido al toreo y, en consecuencia, a la película. Porque la crudeza de las imágenes, que es la del toreo, contradice todo lo que propone la sociedad. Y como diría Cantinflas, “ahí está el detalle”.
Setecientas mil personas en España -se supone que representando a un número indefinido- proclaman que la tauromaquia no es su cultura negándole a esta la universalidad de sus distintas manifestaciones y lo hacen desde una obsesión en la que puritanismo y censura van de la mano. Pretenden prohibir el toreo.
Pero resulta que en este mismo país y su mosaico de singularidades, la tauromaquia tiene también su lugar, forma parte de su Historia ancestral y en ella sigue pese a que Papas, Reyes y Emperadores, como ahora sus herederos -“de izquierdas, dicen”, hay que joderse- hayan emprendido cruzadas contra ella. No es su cultura, pero es la de otros, muchos o menos, tanto da, y como tal debe ampararse.
‘Tardes de soledad’ es una lección de ética porque es la ética la que da carta de naturaleza al toreo. Actos como el de ayer en Barcelona lo reafirman, por si falta hiciera.
Además, en catalán.