Blog
0

PLATA EN EL CIELO

(OBITUARIO)

Por Álvaro Acevedo / Foto: Maurice Berho

Si es verdad que se torea como se es, comprendemos entonces por qué Manuel Rodríguez, Tito de San Bernardo, siempre estuvo en su sitio, que es lo más difícil en el toro y en la vida. Ya de mayor, desprendía ese halo propio de los viejos maestros, una mezcla de sabiduría y paz que reconfortaba al acercarte. Jamás alardeó de nada como tampoco nunca se exhibió en la plaza. Simplemente era el mejor y todos lo sabían, y en ese territorio de los más grandes la vanidad nunca se sienta a la mesa.

Templadas sus palabras y templado su capote, ni dio coba a nadie ni malgastó un capotazo, no regaló el oído, no robó embestidas, respetó a sus compañeros tanto como a su profesión, y si en sus muñecas nunca hubo violencia, tampoco la hallamos en sus palabras. Ni ofender, ni dar ojana; ni taparse, ni aparentar.

Si la grandeza está reñida con la grandilocuencia, en Tito de San Bernardo encontramos un ejemplo canónico, y ese saber estar en la plaza y en la calle provocó que los más grandes lo quisieran a su lado. De aquel niño del matadero de Sevilla, de aquellas faenas anónimas a reses de media casta, de aquellos sueños y aventuras, nació un torero de plata que recorrió Europa y América durante siete lustros. Su plata brilló sin molestar a los ojos, o sea, resplandeció, pero sin tapar el oro de sus jefes, que para eso eran los que cogían la espá y la muleta: Ordóñez, Camino, Puerta, Chamaco, El Viti, Manolo Vázquez, Dámaso, Paquirri, Paco Alcalde, El Capea…

Una vez retirado, Rafael de Paula le pidió que le apoderara porque entre toreros se entiende la gente, y junto al simpar artista de Jerez anduvo poniendo un poquito de cordura en las cosas del gitano. En las cosas de las cosas… Como un epílogo de su magisterio, en el atardecer de la vida repartió su sabiduría entre niños con los mismos sueños que él también abrazó alguna vez, estos torerillos de ahora que ya no van al matadero de San Bernardo, el barrio más torero del mundo. Y en la Escuela Taurina de Sevilla les enseñó que, para ser torero, primero hay que parecerlo. Que con una cresta en la cabeza se puede ser abubilla, pero nunca matador de toros.

Hay plata en el cielo porque ha muerto Tito de San Bernardo. Ahora, ya, en la cuadrilla del único Maestro.

Iniciar Sesión

Noticias similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

error: Content is protected !!