(OPINIÓN)
Por Álvaro Acevedo
El Hotel Palacio del Mar celebró el viernes la XXVIII Cena de Gala para entregar sus premios taurinos de la Feria de Santiago. Esto de los números romanos -sobre todo a las nuevas generaciones, víctimas de innombrables planes de estudio- yo sé que cuesta, pero sí amigos, veintiocho años hace que la familia Renedo organiza este evento que tiene mucha categoría, mucho gasto, pero sobre todo, un derroche enorme de ilusión y de amor por la Fiesta.
Se ha hablado lo suyo de la II Gala de presentación de los carteles de San Isidro (aquí con dos palitos se resuelve la parte numérica), que es una mezcla de glamour y vanidad con su toquecito de horterismo, y a la que le falta el halo de lo entrañable y el sello del desinterés. La gran diferencia (aparte del escandaloso 28 a 2 a favor de la familia cántabra) es que lo del Hotel Palacio del Mar de Santander se hace a cambio de nada.
Este periodista contemplaba el acto, tan cuidado, con tanto cariño, con tanto dinero invertido en atenciones y detalles, y se preguntaba eso, a cambio de qué se organizaba todo aquello. Luego escuchaba el precioso discurso de Eugenia Renedo o veía las lágrimas de su hermana Leticia y lo comprendía todo. Juan y Loli, y sus hijas, sienten un profundo cariño por el mundo del toro, y su entrega sólo demanda a cambio una visita, unas palabras, una sonrisa.
Acudieron a la convocatoria para recoger sus trofeos Lea Vicens, Domingo López Chaves, Pablo Aguado, Álvaro de la Calle, Manuel Caballero padre e hijo, Pepe Martínez Conradi y José Juan Fraile, y yo creo que todos estuvieron como en casa. Fallaron -lógicamente- los que les cogió el Atlántico de por medio porque están de campaña americana, y otros con menos excusas que no se dan cuenta de que estas cosas merecen más la pena que martirizar a dos eralas con doscientas tandas de muletazos. Las becerras pueden esperar hasta mañana, pero corresponder a toda esta generosidad es algo inaplazable. Sólo una vez al año, pero camino ya de los treinta.
Desde el Sur, bordeando el océano y llegando hasta el Cantábrico, yo quería darles un mar de gracias.