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A JOSÉ BERGAMÍN, QUE SIGUE CUMPLIENDO AÑOS EN LA MEMORIA

Solo recuerdo la emoción de las cosas

y se me olvida todo lo demás.

Muchas son las lagunas de mi memoria

pero más los recuerdos de mi historia”.

(Antonio Machado)

(OPINIÓN)

Por Paco March

Nació el 30 de diciembre de 1895 y murió en agosto de 1983 en el País Vasco, en ese exilio interior continuación de años de exilio errante y compartido con tantos, esa España peregrina. Pero José Bergamín y con él, su obra, sigue cumpliendo años en la memoria.

«Hacer memoria es hacer historia. Memoria es alma”, escribió Bergamín, y desde esa memoria, que es también la del alma, se rompen silencios y olvidos. Porque a Bergamín, enjuto y quijotesco, voz alzada siempre, quisieron silenciarlo y sumirlo en el olvido, ocultar su pensamiento y su obra, pero uno y otra permanecen en los libros, algunos inencontrables salvo en librerías que rezuman Historia y saberes; y otros, en ediciones más recientes auspiciadas por el guardián de su legado, su hijo Fernando Bergamín. Poesía, ensayo, teatro, aforismos… También magníficos estudios, como los del hispanista Niggel Dennis “José Bergamín. Obra esencial” o el del catedrático y político barcelonés Josep Antoni González Casanova “Bergamín, a vista de pájaro”.

Y en ambos, la tauromaquia, pero no sólo de forma manifiesta sino también revelada, como ocurre en el citado trabajo de González Casanova. Porque Bergamín, español errante, siempre llevó en su maleta del corazón el toreo. Fundador de aquella Generación del 27 que él siempre prefirió llamar “de la República” y en la que la mayoría de ella se reconocía en la tauromaquia, la “Obra taurina” de José Bergamín, recopilada en 2008 en preciosa edición del CSIC de la mano de su hijo Fernando, nos lleva al toreo como obra creadora, porque -escribe Fernando en la introducción- “el toreo es creación de arte mágico o no es nada”.

Recordar a Bergamín es leerlo: “yo no quiero que me expliquen, quiero que me lean” -dijo- aunque me temo que pese a citarlo por tantos y tanto en su “Músíca callada del toreo” o “El Arte de Birlibirloque” (con Morante como más reciente y entusiasta valedor) sigue siendo un desconocido.

En tiempos convulsos como estos para el toreo, entre la espada de la política (el necio Urtasun al frente) y la pared de sus propias e inmovilistas carencias, leer a Bergamín, entender a Bergamín, es bálsamo y estímulo para seguir creyendo en los Reyes Magos “ y cada tarde, a eso de las cinco, acudir a su encuentro” (Jean Cau).

¡Feliz 2025!

 

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