Blog
0

ANTONIO ORDÓÑEZ LOS ESPERABA LUEGO EN SEVILLA Y EN MADRID

Málaga. Toros de Cuvillo, Jandilla y Daniel Ruiz para Fortes y Roca Rey mano a mano

(CRÓNICA)

Por Álvaro Acevedo / Foto: Joaquín Arjona – Lances de Futuro

Saúl Jiménez Fortes, el torero más de verdad que conozco, cruzó el ruedo para recibir a portagayola al primero de la tarde. Comenzaba así el malagueño una tarde apoteósica y que desnuda las miserias de la Fiesta. Que este torero grandioso llevara exactamente un año sin vestirse de luces  demuestra que las entrañas del negocio apestan a podrido.

Tras la larga cambiada, unos lances engallados echando el pecho por delante y cargando la suerte, y una media lentísima, abrochada en la cadera, provocaron el primer estallido del gentío, que había llenado la plaza para ver al ídolo de masas, Andrés Raúl Roca Rey. Éste quitó por chicuelinas y tafalleras para intentar defender su sitio, su papel de estrella del cartel, pero cuando Fortes se fue los medios y de rodillas citó para el cartucho de pescao, ahí se acabó el carbón.

Si bien toreó en esa serie de hinojos, lo que vino después fue inconmensurable. La excepcional clase del toro de Núñez del Cuvillo tuvo respuesta en un Fortes colosal. Enfrontilado con el toro, le echaba la muleta a los hocicos y se lo pasaba a cámara lenta dejándose rozar los muslos mientras jugaba la cintura y remataba la embestida detrás de la cadera. Era un toreo de orden superior, sustentado en el valor sereno, que es el auténtico valor, marcado a fuego por una pureza absoluta, paladeado por su lentitud, bello y armonioso, pero a la vez de una hondura desgarradora.

Veinticinco muletazos en dos tandas con cada mano compusieron su monumental faena, y ni que el toro tardara en caer, ni que el puntillero levantara después al castaño de Cuvillo, impidieron que toda la plaza, de forma unánime, pidiera clamorosamente las dos orejas a la postre concedidas. El toro recibió el honor póstumo de la vuelta al ruedo en el arrastre.

Tras quitar por ceñidísimas y artísticas chicuelinas al primer toro de Roca Rey, volvió a deleitar con su toreo a la verónica, tan lento y embraguetado, esta vez al segundo de su lote, un negro zaíno de Jandilla con el que hizo sucumbir definitivamente al coso de la Malagueta. Porque, tras brindar al maestro El Juli y situado en el centro del platillo, comenzó esta nueva obra de arte por manoletinas sin girar el cuerpo, quieto como un poste, estoico y grave, como un Mondeño resucitado. En una de ellas el toro hizo por él y la cogida fue pavorosa, y zarandeado entre los pitones del toro parecía que allí, otra vez, acababa su tarde antes de tiempo.

Pero el destino, al fin, se había puesto a su favor. Herido pero sin un mínimo gesto de dolor, cogió su muletilla y conmocionó a la afición, que pasó del repente del pánico a la catarsis. Una tanda soberbia en redondo puso a la plaza el pie, y apenas quince muletazos postreros sentenciaron definitivamente el duelo. Porque Fortes cuajó a un toro de buen fondo pero incierto, desengañado a base de aguante, ralentizado gracias a un pulso finísimo, desbravado a partir de un cite muy en corto para ejecutar un toreo bello y a la vez dramático. El fallo a espadas dejó el premio en una sola oreja, demandada entre gritos de «torero, torero, torero».

Pero ahí no quedó la cosa. Devuelto el quinto por partirse un pitón, el sobrero de Daniel Ruiz blandeó en los primeros tercios pero se asentó llegada la hora de su muerte porque Fortes lo acarició en una faena deliciosa, de una calidad excelsa. A ralentí dibujó naturales y redondos entre la felicidad de la afición, emborrachada ante un toreo de ese calado, de esa dimensión, cargando la suerte, jugando la muñeca, haciendo bailar suave el vuelo de la muleta. Fundidos torero y toro, como presos de una misma voluntad, a su maravillosa faena la adornaron ayudados y cambios de mano de gran clase, y de nuevo la espada redujo el premio a una sola oreja que volvió a pasear ante una plaza rendida, subyugada ante la contempalción del auténtico arte de torear.

Testigo de aquel recital inenarrable culminado con una multitudinaria salida a hombros fue Roca Rey, cuyos arrimones y trallazos quedaron en muy mal lugar al lado del clasicismo y hondura de su compañero de cartel. Ni con toda la plaza a favor, y pese a dos orejas regaladas que otros días jamás se hubieran concedido, fue capaz de hacerle sombra a un torero monumental. Ante repasos de este calibre, Antonio Ordóñez los esperaba luego en Sevilla y en Madrid. ¿O se quedará Fortes otro año más sin vestirse de torero?

Iniciar Sesión

Noticias similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

error: Content is protected !!