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CARLITOS NO ES NOMBRE DE CIERVO

(OPINIÓN)

Por Paco March / Foto: juliaysusrecetas.com

Si Malena es un nombre de tango (Almudena Grandes), convendrán conmigo que Carlitos no es nombre de ciervo. Bueno, ni de ciervo ni de animal, así, en general, salvo que se pertenezca a la secta “waldinesneyana”. Sin entrar en detalle de la historia (sic) solo comentar que el tal Carlitos , ya de provecta edad como su cornamenta delata -escrito sea sin ánimo ofensivo- fue prohijado por los diez habitantes censados en la maravillosa aldea zamorana de Linarejos cuando, aún cervatillo, se apareció por allí y desde entonces lo hicieron uno de los suyos.

Como decía, les ahorro pormenores del suceso, basta acudir a cualquiera -diría que todos- los medios de comunicación (Julia “en la Onda” Otero le dedicó, llorosa, un panegírico) y a las RRSS que han dado cuenta de ello, pero sólo las primeras líneas de lo publicado por El País (aquel diario que antaño fue ejemplo de rigor y línea editorial vamos a llamar progresista y que ha derivado en grotesco panfleto) para dar idea del punto de no retorno al que estamos llegando. Escriben en El Pais:

“Carlitos tenía ocho años, le gustaban las manzanas y no le asustaba la gente. Quizá por eso lo han matado… era majestuoso, con una cornamenta de catorce puntas. Los lugareños frustraron una primera batida y lograron indultar (vaya, la indultitis taurina creando escuela) al cérvido, incluso recogieron 54.000 firmas virtuales”. La noticia, en papel y a una página, se completa con las declaraciones de los compungidos vecinos. Así, dice una de ellas, acaso portavoz de los nueves restantes: “Se han aprovechado de un animal al que le encantaba estar tumbado, disfrutando”. Un vividor, Carlitos.

Pus bien, resulta que pese a las numerosas pruebas aportadas por los vecinos (que si una marca en la pata, que si otras en las orejas…) que identifican al ciervo muerto con Carlitos, la junta de Castilla y León ha comunicado que el muerto no es Carlitos (tal vez estaba de parranda), sino uno anónimo (como todos, claro) abatido legalmente por un cazador.

Sea así –como parece– o no, lo de Carlitos es un ejemplo más de la ceremonia de la confusión en la que estamos instalados y en la que todo vale. Un todo vale en el que el (falsamente) llamado animalismo despliega un arsenal mediático generosamente regado por lobbys de distinta ralea, hábilmente introducidos en partidos políticos, medios de comunicación y, por supuesto, con el altavoz de las RRSS.

“El hombre puso nombre a los animales/al diplodocus le llamó diplodocus porque ya entonces quedaban pocus/al ornitorrinco le llamó ornitorrico, qué nombre tan raro…” cantaba Sabina. Nadie pensó en llamar Carlitos a un ciervo, hasta que las buenas gentes de Linarejos – diez, para ser exactos– dieron el paso.

¡Carlitos vive, la lucha sigue!, ya tienen pancarta. O hashtag #.

 

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