Excmo. Sr. Ernest Urtasun.
Después de felicitarle por su reciente nombramiento como Ministro de Cultura del Gobierno de España, me dirijo a usted con todo respeto para, como aficionado a los toros, hacerle llegar una serie de reflexiones que son a la vez inquietudes ante el presente y el futuro de la Tauromaquia, actividad cultural que desde 2011 pasó a depender del Ministerio del que ahora está usted al frente. Reflexiones e inquietudes que parten de las palabras y los hechos.
Como diputado en el Parlamento Europeo usted ha sido el promotor de diversas iniciativas contra la Tauromaquia, pretendiendo que esta quede al margen de las ayudas a las explotaciones agrícolas que se dediquen a la cría del toro bravo. También, entre otras, en 2016 impulsó la recogida de firmas (37 logró) contra la sentencia del Tribunal Constitucional que derogaba la prohibición taurina catalana.
Usted, ahora Ministro de Cultura, ha calificado en repetidas ocasiones la Tauromaquia como salvajada, opinión personal respetable, faltaría más, pero que espero no sea la que guíe sus decisiones en lo que afecta a la misma. Siendo la Tauromaquia, por definición y por Ley, una actividad cultural, resultaría cuanto menos paradójico que el Ministerio que la acoge y la debe proteger y promocionar, actuase, por acción u omisión, en su contra.
Ignorar que la Tauromaquia es parte fundamental de la Historia de España, arraigada en los usos y costumbres de sus gentes de norte a sur, de este a oeste de su geografía, sería traicionar la memoria sentimental de generaciones que la han seguido trasmitiendo. A lo largo de los siglos, la Tauromaquia ha sufrido persecución y anatema, desde diferentes parámetros, por los poderes políticos y eclesiásticos y siempre, siempre, ha salido victoriosa del envite.
Arte entre las artes, la Tauromaquia , como sin duda usted no ignora, ha sido y sigue siendo (ahí está, entre otros, Miquel Barceló) fuente de inspiración de artistas de todos los ámbitos, de la pintura a la escultura, pasando por escritores, dramaturgos, cineastas, músicos… del máximo reconocimiento.
Así mismo, en la afición taurina confluyen ideologías políticas de todo signo por lo que su identificación con sólo una parte de ellas resulta un reduccionismo y una manipulación interesada.
Acabo con un aforismo de José Bergamín, nombre fundamental de la Generación del 27, poeta, ensayista, dramaturgo, encarcelado, exiliado, siempre fiel a su compromiso político y humano por la libertad y, claro, aficionado a la Tauromaquia, a la que dedicó alguna de sus grandes obras, “El Arte de Birlibirloque” o “La música callada del toreo” entre ellas.
Escribe Bergamín: “Las corridas de toros son un espectáculo inmoral y, por consiguiente, educador de la inteligencia”.
Atentamente
PACO MARCH
Barcelona
