LA DE VICTORINO ES MAÑANA…

Madrid. Toros de José Escolar para Fernando Robleño, Damián Castaño y Gómez del Pilar.

(CRÓNICA)

Por Álvaro Acevedo / Foto: Plaza 1

La corrida de José Escolar aunó sosería y complicaciones, el hambre con las ganas de comer. Tuvo tan poca raza que no fue capaz muchas veces ni de transmitir el peligro, las malas ideas. Su pelea en varas -salvo en el caso del segundo de la tarde- fue además paupérrima pese a la generosidad (a veces hasta límites absurdos) con que la pretendieron lucir los toreros, poniéndola de largo al caballo para nada. Ni fue pronta, ni acudió alegre, ni se empleó en el peto.

En el último tercio la terna exprimió hasta el límite las escasas posibilidades de sus toros, no se les puede poner un reproche, si bien desde un punto de vista estético el que más me convenció fue Gómez del Pilar por una sencilla razón: no quiere tener arte. Porque en Fernando Robleño y en Damián Castaño hay de un tiempo a esta parte un excesivo interés por la postura, a veces se quieren poner muy derechos pero se nota que es algo forzado, que no fluye de forma natural. Por ejemplo Fernando al toro que abrio plaza le dio unos derechazos iniciales aparentemente relajados, con el torso muy vertical, cuando en realidad los estaba pegando envarados, y no digamos los de Damián a su primero. Cuando se dejaron de (re) buscar determinada apostura del cuerpo, torearon mejor.

Cuestiones plásticas aparte, los méritos de ambos fueron evidentes. Robleño hizo una faena muy decidida a su primero, tirando de todos los recursos posibles para robar derechazos de buen tono y una serie final con la izquierda de gran dificultad, pues el toro por ese lado cogía moscas. La gente, como de costumbre, le dejó torear sin un reproche, si una voz, sin una palma de tango. Las Ventas, cuando torea Fernando Robleño, es una plaza maravillosa. El cuarto no valió para nada y el madrileño le pegó tres buenos naturales a favor de querencia y se metió bien en los costados, con mucha soltura, sin vender ninguna moto pero muy en torero.

Me gustó lo decidido e inteligente que anduvo Damián Castaño con la muleta, sin perder ni un instante para empezar a pegarle pases a sus toros. Así, le dio distancia a su primero y le aprovechó diez arrancadas por el pitón derecho logrando algunos muletazos de buen aire y una estocada de valor, encunándose entre los pitones. Aplaudieron al toro más que al torero: increíble. Todavía mejor se desenvolvió frente al quinto, un toro este sí de peligro evidente, acrecentado por un premioso tercio de varas en el que a la fuerza había que poner al toro de largo y verlo galopar, algo a lo que el cárdeno no estaba dispuesto, más pendiente de los capotes que del caballo, pese a la evidente diferencia de tamaño. Darle tiempo para pensar a un toro con sentido es un error garrafal, así que llegó a la muleta todavía peor de lo que en principio parecía, que ya era bastante. La disposición y entrega de Castaño fue tal, que hasta le robó muletazos por ambos pitones que de verdad no se veían por ningún lado cuando cogió la muleta. La serie final con la izquierda, absolutamente inesperada, fue de sombrerazo.

También intachable me pareció la actuación de Gómez del Pilar, con la diferencia además de que al primero de su lote le dejó la muleta puesta en la cara y tiró de la embestida con mando y poderío ligándole varios muletazos sin rectificar la posición. Eso es lo difícil de verdad, no pegar uno ahora y otro pasado mañana muy cruzado, muy de frente y muy bien vendido, como le gusta a tanto julai que anda por ahí suelto. Duró el toro un suspiro, apenas dos series, pero Gómez del Pilar, atornillado en el piso y muy bien colocado, me causó una impresión magnífica por su aguante, ambición e incluso estilo, sobrio y con cierta clase. El sexto, alto como un caballo y de embestida infame, consumó la decepción de los toros de Escolar. O no tanto, porque aquí no hay encastes buenos y malos, sino ganaderías mejores o peores. Y la de Victorino cuando se lidia es mañana…