(OPINIÓN)
Por Paco March / Foto: Plaza 1
Necesitado como está el toreo de (re)conocimiento público, qué mejor que una Gala para dar oficialidad a los carteles de la Feria de San Isidro, aunque el factor sorpresa ya no formara parte del guión dados los avances –oficiosos, pero no tanto– publicados en distintos medios.
Sorprende –aunque a estas alturas uno ya no debería sorprenderse de nada– que el evento no se retransmitiera por One Toro, que sí lo hará de todo el serial isidril. Así las cosas, fue la web de Tele Madrid la única ventana abierta a los aficionados para contemplar el desfile de toreros, famosos y autoridades (escoltadas por la plana mayor de Plaza 1) con sus mejores galas –valga la redundancia– por la alfombra roja camino de las sillas sobre el albero venteño. Un camino en el que se paraban para atender a micrófonos y flashes, con palabras y gestos que expresaban su contento por estar ahí. Y no era para menos, pues para unos, los toreros, era la antesala de las tardes en que ese paseillo ya será vestidos de luces y para otros, el famoserío variopinto y las autoridades, la oportunidad de lucir palmito, no sólo en cuanto a vestuario se refiere. Y en eso, una vez más, con la Presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, marcando el paso.
La Gala, además, sirvió para desvelar el cartel que acompaña los carteles, una composición artística en la que Cayetana Rivera, toda una dinastía torera corriendo por sus venas, aparece tal cual musa. Y como viene ocurriendo desde hace ya un tiempo con la cartelería taurina (también la religiosa) suscitando división de opiniones, aunque parece que mayoritariamente decantadas por el elogio. Elogio que, con perdón, no comparto, pues (calidades artísticas al margen y siempre subjetivas) todo desprende un tufillo a rancio que contradice el tan repetido mantra que clama por la presencia de la tauromaquia en la sociedad desde parámetros distintos.
Parámetros que el propio discurrir de la Gala tampoco pareció tener la voluntad de transgredir ni en fondo ni en forma, desde la puesta en escena a los discursos de agradecimiento de los premiados, Plaza 1 y autoridades, en los que el tópico fue el hilo argumental y en los que Simón Casas dijo, sin despeinarse el canoso tupé: “En la Feria no falta ningún torero, están todos”.
Hombre, así, a vuelapluma, la verdad es que en el listado se echan a faltar muchos, vamos, que no están todos. Imposible, se me dirá. Y ahí está el detalle, pues de las palabras de Casas se deduce que ese “están todos” significa que los que están son los que deben estar. Y ahí le duele. La empresa es muy dueña de contratar a quien estime oportuno, faltaría más. Pero el propio Rafael G.Garrido dijo que le duele “decir no a toreros que merecen estar”. ¿En qué quedamos?
Seguro que los aficionados tienen, tenemos, un largo listado de toreros que podrían, deberían, estar en la Feria, porque –Garrido díxit– merecen estar. Se me ocurren dos: Curro Díaz y Fortes. Uno y otro, tan distintos en sus tauromaquias y de trayectorias profesionales con la independencia por bandera y –por cierto– siempre bien vistos en Las Ventas, aúnan méritos y virtudes para entrar en una cartelería tan larga como la de San Isidro. Pero no, pese a lo dicho por Simón, no han tenido un hueco en ella. Tal vez porque, en contra de lo que tantos años ha sido habitual y tal vez como previsión a una temporada que se presenta con dudas en cuanto a programación y respuesta del público en plazas de segunda y tercera, las figuras han optado por anunciarse cuantas más tardes mejor, restando opciones a toreros como los mencionados y otros.
Son éstas, reflexiones de alguien al que, como a tantos, le han negado en su tierra, Cataluña, la libertad de ir a los toros y que para ejercerla, peregrina a geografías españolas y francesas, en las que Madrid y en ella Las Ventas son palabras mayores. Por eso, pese a ciertas discrepancias aquí expresadas, ya espera, con la ilusión que proclamó Jean Cau, la “llegada de Los Reyes Magos, cada tarde de toros, a eso de las cinco”. Las siete en Las Ventas, en San Isidro.
