(OPINIÓN)
Por Paco March / Foto. Arjona
En 1940, ya en el exilio argentino, Rafael Alberti publicó “Entre le clavel y la espada”, considerado por muchos su mejor poemario y en el que, perdida la Guerra Civil, y aunque se mantiene atado al compromiso cívico y político, deja de lado la poesía de urgencia y se entrega al lirismo poético. Valga la referencia al poeta marinero y taurino para, simbólicamente, reflejar la encrucijada en la que se encuentra la tauromaquia.
En uno se sus aforismos, Bergamín escribió : “El toreo no es español, es interplanetario” . Y de tal condición da prueba lo que sucede, con especial y progresiva virulencia en los últimos años, en las distintas geografías taurinas, una convulsión permanente en la que los poderes políticos y administrativos, de la mano del cada vez más transversal movimiento animalista, han puesto la tauromaquia como objetivo a combatir y, en última instancia, eliminar.
Ayer mismo se anunció que México vuelve a suspender por orden judicial (la tercera vez en pocos meses) las corridas de toros en la capital y en breve, en Colombia, el Congreso de la República votará la prohibición o no de los toros. Todo eso en una América Latina que ve como progresivamente otros territorios (Ecuador, Perú, Venezuela ) ya sufren la interdicción taurina, apelando incluso a la colonización española y su huella.
En Francia, por el contrario y pese a los reiterados intentos prohibicionistas, la unión sin fisuras de políticos sin distinción ideológica, administraciones locales, profesionales y aficionados y, también, la buena gestión, no sólo se ha preservado la singularidad y tradición taurina del sur, tanto del este como del oeste, sino que ésta goza de una buena salud que provoca envidia sana.
¿Y en España? «Ese país de todos los demonios/ donde el mal gobierno y la pobreza/ no son sin más pobreza y mal gobierno/sino un estado místico del hombre»(Gil de Biedma).
En la Pell de Brau (Piel de Toro), por seguir con citas poéticas, ésta nada menos que de Espriu, la política vuelve a blandir su espada flamígera, ahora con Urtasun de espadachín, y el clavel, la retórica tantas veces repetida, se aparece inútil ante la envergadura del desafío.
En contra de lo que algunos esgrimen para mantener su tancredismo y silencio habituales, lo del Premio de marras es otro aviso a navegantes, a poco que se atienda a lo que el propio Ministro de Cultura, su compañera de filas Yolanda o el inefable Puente han dicho con la boca más o menos pequeña: éste -lo del Premio- es sólo un paso más hacia el objetivo final. Y ese indisimulado objetivo es, claro, la abolición de la tauromaquia, por lo civil y lo penal.
Porque de eso se trata y como ariete inmediato la ILP que lo sustenta que, salvo otros designios del cambiante calendario político, empezará su trámite parlamentario antes de fin de año y que, con la actual correlación de fuerzas y pactos en el Congreso de los Diputados, tiene visos inquietantes, cuanto menos.
Coincide todo con la celebración el próximo día 16 del Primer Día Internacional de la Tauromaquia, ocasión propicia para poner sobre el tablero tanto la postura unitaria del sector en respuesta al desafío, como también que ésta se articule y difunda desde parámetros distintos de los habituales, lejos de patrioterismos y apropiaciones indebidas y que involucre a voces que guardan un silencio tan cobarde como interesado.
Quizá Alberti, en tiempos como éstos, volvería a tomar la espada del verbo encendido y de denuncia, sin olvidar, claro, el rojo clavel.