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LA TAUROMAQUIA NO ES UNA CHIRIGOTA

(OPINIÓN)

Por Paco March / Foto: Sebas Alcázar

Decir tiempo de Carnaval es decir Cádiz.  «La Habana es Cádiz con más negritos, Cádiz es La Habana con más salero», cantaba Carlos Cano la habanera escrita por Antonio Burgos. El cantante se nos fue hace veintitrés años y el escritor –gran aficionado a los toros y currista confeso– apenas hace un par de meses.  A ambos, como a tantos, les deslumbraba la luz gaditana, el son y la sal de sus gentes. La Caleta gaditana evoca El Malecón habanero y desde ella «se ven los barcos venir, se ven los barcos pasar».

Hace un par de  días, en la semifinal del Concurso, una de las comparsas de mayor reconocimiento y larga trayectoria, la de Martínez Ares, cantaba un pasodoble con la tauromaquia como diana. No es la primera vez que Martínez Ares arremete contra el toreo, ya lo hizo treinta años atrás con » Los toreritos» pero esta vez ha rizado el rizo del tópico, la manipulación, el insulto, el sesgo ideológico y el oportunismo político. Eso, el oportunismo político, deslegitima lo que debería ser la esencia de una comparsa carnavalera, crítica e irreverente por definición pero nunca –creo– arrimando el ascua a la sardina del bienqueda.

El lector puede rescatar lo que se escribe y canta en el pasodoble de marras pero me permito un spoiler, con la primera y última estrofa:
«De nuevo los toreritos/vuelven al ruedo/de nuevo están destapando/la cajita del espanto/ de la Fiesta Nacional/de la España más fascista… No es trabajo/ni eso es arte/ son manos manchadas de sangre/solo hay un animal/ Y el asesino/ un asesino/un asesino».
Confieso que cuando lo vi y escuché me provocó una mezcla de indignación y estupor, a lo que se añadía la cerrada ovación del público.

Después, vuelta a ver, lo que me inspira es decepción y alerta. Decepción porque de un artista se puede y debe esperar todo aquello que provoque sentimientos y reflexiones, alegrías o desasosiego, pero no y menos aún si de carnaval se trata, manipulación y acomodaticio discurso. Y eso es esta » Oveja negra» que se queda en corderito que sigue el rebaño de un supuesto animalismo y la interesada confusión ideológica abrazada por una izquierda que, como diría Alfonso Guerra, ya no la reconoce ni la madre que la parió.

Alerta, pues coincide con el mismo día en que el Congreso de los Diputados admitió a trámite la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) presentada por Aida Gascón (presidente de Anima Naturalis y consejera en la materia de la Vicepresidenta del Gobierno y Ministra de Trabajo Yolanda Díaz) y otros de su cuerda que, medio millón de firmas en nueve meses mediantes, pretende la derogación de la Ley que declara la Tauromaquia Patrimonio Cultural Inmaterial y obliga al Estado a su defensa y promoción, y que fue resultado de igual proceso pero a la inversa tras la lucha, a veces incomprendida e incluso boicoteada, emprendida por los taurinos de Catalunya tras la prohibición del Parlament en 2010, luego revocada por el TC, aunque sin efectos prácticos dada la inacción de Balañá, pero no solo.

Alerta también porque el Ministro de Cultura, Ernest Urtasun, no sólo no oculta o disimula su aversión taurina, que viene de lejos y que en su etapa en el Parlamento Europeo fue una constante, sino que contesta con displicencia y ese inconfundible aire de superioridad moral que ha hecho suyo buena parte del izquierdismo rampante a la pregunta de un senador del PP sobre precisamente esa militancia antitaurina del que es el Ministro que tiene la obligación, por cargo y ley, de velar por la tauromaquia. Urtasun repitió su mantra, su repipi frasciscanismo e incluso se regodeó del reproche de quien le interpelaba por su definición de la tauromaquia como “actividad sádica, injusta y despreciable que nada tiene que ver con la cultura”.

Motivos hay pues de sobra para la inquietud justo ante de que se abra la puertas de cuadrillas y el toreo inicie el paseillo en una temporada ilusionante en lo estrictamente taurino, pero con rémoras en su propia estructura y ámbitos de poder y decisión que parece incapaz de revertir. Y debería.

Porque el toreo no es una chirigota.

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