Pamplona. Toros de Fuente Ymbro para Miguel Ángel Perera, Roca Rey y Tomás Rufo.
(CRÓNICA)
Por Álvaro Acevedo / Foto: Sara de la Fuente
El cartel reunía a toreros muy seguros, con valor y con mando, y como la corrida de Fuente Ymbro embistió mucho y muchas veces bien, se cortaron seis orejas que pudieron ser siete si Perera no marra a su primero con la espada. Por eso no salió a hombros en compañía de Roca Rey, que fue el que más conectó con la gente, y Tomás Rufo, que fue el que mejor toreó.
Pero el peruano es el amo de Pamplona, privilegio que sin embargo hay que cultivar a diario, no se puede vivir de las rentas. Por eso se puso en los medios para esperar de rodillas a su primero, castaño, muy ofensivo por delante, pero de una nobleza colosal. Es verdad que sin mucha humillación, el de Fuente Ymbro no sabía para que tenía los pitones, y Andrés lo cambió primero por la espalda de rodillas, lo toreó con firmeza en redondo, más reunido con la mano izquierda, sobradísimo en toda su faena, con una superioridad apabullante. Tuvo mérito la estocada, porque pasar por ese fielato no era fácil.
Le dieron al peruano las dos orejas y le pidieron otras dos del quinto, pero la presidenta puso un poco de orden y se quedó la cosa en una. Más mirón pero igualmente obediente , con él Roca Rey compuso una faena más cerebral, buscando la colocación por encima de la ligazón, otra vez con gran dominio de la embestida y de la escena, sabiendo en cada momento qué hacer y cómo hacerlo. La estocada en modo puñetazo, muy habilidosa, tumbó al toro rápido, y su comunión con el público quedó patente en la sonora petición del doble trofeo, y que finalmente no fue atendida.
Le acompañó Tomás Rufo, sin opciones en el más feo y deslucido sexto, pero que cuajó los naturales de la corrida frente al tercero, un toro bien hecho y de mucha clase. También a revientacalderas en el prólogo de rodillas, ya en pie ejecutó un toreo templado, sin moverse ni perder pasos, conduciendo con la mano baja y en redondo la gran embestida de su oponente. Si bien estuvo con la derecha, sus naturales rematados detrás de la cadera fueron excelentes, de un gran estilo, un estilo clásico y elegante, con su punto de hondura, con una expresión que marcó la diferencia.
Si en este toro se alcanzó el nivel artístico más alto del festejo, la actuación de Perera fue en conjunto la más completa. Impecable en su primero, un toro muy noble al que toreó con mucha sobriedad, quizá demasiada, pues pese a su buen hacer la faena no acabó de calar en los tendidos, enfriándose la cosa del todo por lo defectuosa de la estocada.
Más intensa y más meritoria resultó la ejecutada a su segundo, un toro con su punto de temperamento, agrio por momentos, pero sometido y suavizado por la muleta de Miguel Ángel, que con aguante espero al toro, con poderío lo llevó por abajo, con pulso evitó que le tropezara la muleta, y con maestría terminó por torearlo al natural en un par de series magníficas. Por todo lo que hizo a otros le hubieran dado las dos orejas, pero a él sólo le valió para cortar una. Quien manda en el público, manda en el toreo.