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LOS TOROS Y EL CINISMO DE LOS “INTELECTUALES”

(OPINIÓN)

Por Paco March / Foto: Joserra Lozano

Vuelven -si es que se habían ido alguna vez- los abajofirmantes. La pena es que lo hacen desde el oportunismo y con cinismo.
En tiempos de la oprobiosa Dictadura e inicio de la Transición, firmar un manifiesto era jugársela, arriesgarse a cárcel o multa. Y quienes los firmaban eran, mayoritariamente, gentes del mundo de la cultura afines a un ideario progresista, de izquierdas. O ni siquiera eso, simplemente reclamaban libertades y derechos esenciales negados, perseguidos. Baste un ejemplo, de entre muchos: la huelga de la minería asturiana de 1962. No era la primera desde el final de la Guerra Civil, ni por supuesto sería la última, pero sí un punto de inflexión, un silencio roto por el grito solidario, en forma de manifiesto, de los intelectuales.

El manifiesto en forma de carta a Manuel Fraga, que a las pocas semanas sería nombrado por Francio Ministro de Información y Turismo, no sólo lo firmaban reconocidos intelectuales cercanos o miembros del clandestino PCE (el PSOE continuaba “de vacaciones”) sino que con ellos estaban también personalidades de la derecha moderada y liberales, encabezados ni más ni menos que por Don Ramón Menéndez Pidal. Con él, entre otros, Pérez de Ayala, Laín Entralgo, José Luis López Aranguren, Julián Marías, Dionisio Ridruejo o Torrente Ballester y, claro, José Bergamín, Buero Vallejo, Alfonso Sastre o Carlos Saura, a los que se sumaron otros, tanto desde España o el exilio, Picasso entre ellos, como franceses de la talla de Sartre, Simone de Beauvoir, Pierre Vilar o Louis Aragón.

Ese tiempo, estos nombres, me han venido a la memoria ante la campaña del llamado “mundo de la cultura”, que –con toda razón– se exclama por lo que está sucediendo en ayuntamientos y Comunidades Autónomas gobernados, a partir del muy reciente proceso electoral, por PP y VOX y advierten de lo que podría pasar si ambos partidos son mayoritarios y forman Gobierno tras la cita del 23J.
Primero fue –signo de los tiempos– en redes sociales con un hastagg #STOPCENSURA a cuenta de la cancelación de obras de teatro (la última, en Jaén, protagonizada nada menos que por Ana Belén y José Luis Gómez), películas o actuaciones musicales, premonitorio de lo que puede suceder a nivel nacional.

Y ahora, hace unos días en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y esta semana en Cádiz (ciudad elegida porque allí, en 1810, en sus Cortes Generales, se firmó la Ley de Imprenta, primera que fijaba en España el derecho a la libertad de expresión) se ha presentado el manifiesto firmado por más de cuatrocientas personas relacionadas con la cultura más quienes desde distintos ámbitos han querido sumarse.

Al grito marsellesco de «¡a las urnas!» alzan la voz ante “las serias y preocupantes noticias que afectan directa y muy negativamente al mundo de la cultura” y después de repasar afrentas, concluyen: “Quizá creáis que no necesitáis la cultura pero la cultura, la libertad, la igualdad y la fraternidad necesitan vuestros votos”. Salvo el desliz prepotente de suponer que hay quien crea que no necesita la cultura, suscribo.

Pero clama al cielo que los que guardaron –y siguen en ello– ominoso silencio e incluso aplaudieron y en ello siguen, cuando de perseguir y prohibir la tauromaquia se trató y se trata, ahora se pongan estupendos. Intelectuales (sic) que, en un ejercicio de cinismo impropio, no sólo niegan a la tauromaquia su inequívoca condición cultural sino que, al hacerlo, son cómplices del poder político y sus afines mediáticos y de lobbies de todo signo que atentan contra la libertad de expresión y creación, que eso es el toreo, sino también contra las libertades individuales de los profesionales y las colectivas de quienes hacen de su afición taurina parte esencial de su forma de ser y estar en la vida.

Intelectuales que callaron cuando se prohibieron los toros en Cataluña o en Baleares, también en ciudades y pueblos, en contra incluso de la doctrina del Tribunal Constitucional.

Intelectuales que no alzaron la voz ante el atropello a la libertad de expresión perpetrado por el Ayuntamiento de Barcelona, Ada Colau al frente, retirando los carteles con fotografías ad hoc de Morante y Padilla promocionando la Feria del Pilar zaragozana.

Intelectuales que pusieron en bandeja de plata a determinadas fuerzas políticas la apropiación interesada de la tauromaquia y en ello siguen, alimentando una confrontación ideológica que se resume en el falso axioma (que la Historia desmiente) taurino=facha, no taurino=progresista.

Intelectuales , en fin, que miraron para otro lado, cuando la Ministra de Trabajo y ahora adalid de la unión de la izquierda fetén negó a los profesionales taurinos, banderilleros, picadores… su derecho a percibir lo que la Ley otorgaba para paliar lo que la pandemia se llevó e, incluso, lanzó a la policía contra ellos en sus legítimas y pacíficas protestas.

Cobardes entonces, cínicos ahora.

 

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