(OPINIÓN)
Por Esteban Ferrón
Eran las 6 de la tarde y ya estaban colapsados todos los accesos a la barriada Plaza de Toros de Marbella. Aún faltaba una hora y media para el paseíllo, y la circunvalación de la carretera de Ojén se había vestido de Calle de Alcalá. A la misma hora y con el mismo sueño, se desperezaba Madrid para una tarde de toros isidril. «El mejor cartel de San Isidro coincide con la reinauguración de la plaza de Marbella, y además se cae Morante», se lamentaban algunos.
Dio lo mismo. Ríos de peregrinos esquivaban vehículos bajo la sinfonía desafinada de silbatos policiales que intentaban poner orden en el caos, mientras coladas de fieles avanzaban por las calles colindantes que desembocaban en la plaza de toros. Habían pasado 9 años desde que el PSOE de Marbella (el del sanchista José Bernal, que gustaba de ir a ver toros a Málaga en la clandestinidad) nos quitara la libertad y los sueños junto a la banda de IU y Unión San Pedreña, y el apoyo de Podemos.
Resultaba emocionante ver a tantas personas concentradas en los aledaños del coso, reencuentros con amigos de pasión, al paso corto de costalero, hombro con hombro, giramos por el efecto coriolis en sentido antihorario, dando la vuelta al edificio a modo de inspección ocular de la nueva remodelación. Antes de cruzar el pórtico de entrada, por un momento miré hacia atrás y entre la muchedumbre quise ver a Curro Romero cogido del brazo de Doña Carmen subiendo las escalinatas de la plaza, pero se trataba de un recuerdo de una tarde de verano, una de esas tardes en las que Curro nos honraba con su presencia.
Con diez minutos de retraso rompió el paseíllo, pero hasta el segundo toro no dejaron de brotar almas por los vomitorios, más de 7.000 senadores ocuparon su escaño en el nuevo Arenal de Marbella (casi lleno que vale por 3 «sold out» en Starlite, para que se entienda). Mientras buscaban su tendido desorientados por los 9 años de soledad, volaban desde la andanada de sol hasta llegar al ruedo las notas del Himno Nacional, nacidas de la mayúscula banda de música llegada desde el Rincón de la Victoria y entremezcladas con vítores y aplausos. No cabía ninguna duda: nuestra Fiesta estaba de vuelta en Marbella.
El viento de poniente seguía molestando cuando los tres toreros se descubrieron vestidos del mismo grana y oro al cambiar la seda por el percal, mientras en los corrales les esperaban seis toros de distintas ganaderías que, a excepción del segundo, contribuyeron a una exitosa tarde. José María Manzanares asumió el peso en la dirección de lidia con una elegancia superlativa, impidiendo además que se rajara el noble ejemplar que abrió plaza, de Garcigrande, a base de dejarle la muleta puesta, de encelarlo en una faena a más rematada con un estoconazo que le valió las dos orejas. Blandeó pero tuvo calidad el cuarto de Álvaro Núñez, y el de Alicante lo toreó con temple y gusto, a media altura, para cortarle una oreja y redondear así su brillante tarde de toros.
El garbanzo negro por rajarse a las primeras de cambio le tocó a Alejandro Talavante, pero si el toro de Carlos Núñez lo dejó sin opciones, en compensación le salió un quinto ejemplar propiedad del Juli con nobleza y raza, cuajándolo primero con la mano izquierda, y explayándose después en un toreo de improvisación, accesorio, pero que conectó con los tendidos de manera incontestable. Le cortó a este gran toro de El Freixo las orejas y el rabo.
Y dos orejas se llevó Roca Rey frente a un buen pero muy chico toro de Juan Pedro, destacando el inicio genuflexo y el final por «luquecinas», su toreo de arrimón, que frente a un toro de tan escaso trapío resultaba incluso chocante. Al sexto, el toro mejor presentado de la corrida, de embestida poderosa y entregada, y que fue el único que recibió dos puyazos, no lo quiso ni ver, así que fuimos nosotros los que nos quedamos sin ver al toro más importante de la tarde, con el hierro de Santi Domecq. El Ciclón peruano se quedó en brisa marinera.
Hay muchas Marbellas, pero la que se abre paso en los últimos años se consolida como destino para viajeros y residentes del nuevo lujo, y la tauromaquia, dentro y fuera de la plaza, se presenta como la expresión cultural más antigua, diferente y auténtica de cuántas existen. Por ello debe ocupar un lugar preferente en la oferta experiencial de la ciudad, conservando su cometido de puerta de entrada a la tauromaquia para nuevos aficionados que descubren el Arte de Cúchares por primera vez.
Es de una relevancia crucial este primer paso de la collera formada por un grupo empresarial encabezado por los conocimientos y el señorío de Miguel Baez «El Litri» y Fermín Bohórquez, avales más que suficientes para apoyar y apostar por este proyecto; y el Ayuntamiento de Marbella a través de su Delegada de Fiestas, Yolanda Marín.
Un año tienen para desarrollar una aventura ilusionante que debería elevar a Marbella hasta plaza de 2ª categoría y convertirla en el eje de una oferta turística y cultural que seduzca de nuevo al viajero de lujo, pero también al marbellí de a pie, que además respondió acudiendo en masa en esta tarde, ojalá la primera de muchas. Seis silencios hubo en Madrid y aquí la terna salió a hombros. Hice bien en quedarme…