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MARÍA… Y GONZALO

(OPINIÓN)

Por Álvaro Acevedo / Foto: Iván de Andrés

Tiene María valor sereno, que es el auténtico valor, una determinación ante la vida que sólo puede surgir del tesón y de la inteligencia. Y si los grandes toreros disimulan el esfuerzo gracias a su destreza, ella oculta el desgaste de esta batalla agotadora con una naturalidad insólita. Busco en sus ojos un atisbo de amargura, pero sólo encuentro en ellos la luz de una niña con ganas de vivir.

Y tiene María la sonrisa limpia, tan lejana de la mueca impostada que afecta a algunas personas con el paso de los años. Desconfiad de aquellos que parecen un permanente anuncio de profident. Y tiene además María en Gonzalo Caballero a un guardián vestido de torero, a un hombre que mueve amigos, famosos, compañeros y montañas, porque hace falta tiempo y dinero para investigar sobre el Sarcoma de Ewing, esa cosa mala que cuando va a por alguien no entiende de edades. Una vida puede ser heroica, hay luchas en efecto admirables, pero nada más estremecedor que la de un niño frente a su enfermedad. Por eso no pienso ensuciar este artículo nombrando a ministros miserables, ni voy a incidir en los valores del toreo, representados en este Gonzalo Caballero de mirada y pasos firmes. Hoy hablamos de María…

Porque tiempo y dinero es lo que María y más niños como María no tienen, así que cada cena benéfica, cada festejo taurino, cada partido de fútbol de famosos, cada entrevista, cada reportaje, cada grano de arena es bueno para la causa. Gonzalo, junto a su equipo, lleva más de un año dejándose la piel y también el alma en esta empresa, con la memoria de su padre como impulso permanente.

En Torrejón de Ardoz, y emitida por Telemadrid, se encargó de que hubiera ayer una corrida de toros a beneficio de «La Sonrisa de María», una asociación simbolizada en la cara feliz de esta niña que nos recuerda, ya de camino, la única libertad que verdaderamente posee el ser humano: la de decidir qué actitud tomar ante los avatares de la vida. Toreó a placer Talavante; deleitó un Pablo Aguado en estado de gracia; y reapareció en contra de las previsiones más optimistas Gonzalo Caballero, al que en junio un toro le había destrozado el brazo en Alba de Tormes, también en un festejo organizado con idéntico fin.

Regresó Gonzalo con la valentía, la ambición y la seguridad del que estuviera toreando todos los días. La plaza estaba llena de famosos y en barrera no se perdía un detalle María la valiente, que recibió besos, brindis y ovaciones con la sencillez que emana de su grandeza.

Te admiro, Gonzalo; pero a María más.

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