(OPINIÓN)
Por Álvaro Acevedo
En la tarde sevillana
más importante del año
acaeció en los chiqueros
un suceso enrevesado.
Digno de Cuarto Milenio
o quizá de Gran Hermano,
un toro que se murió
resucitó al poco rato.
Quizá fuese que migó
las torrijas en gazpacho,
quizá un pedo contenido
tras un lote de garbanzos,
como el niño de Gandía
una tarde de verano.
«Caramelo» se llamaba
y se llama el muy taimado
que no quiso levantarse
y se quedó enchiquerado.
***
Porque su dueño, Matilla,
de Matilla de los Caños,
mano que mece la cuna,
bombero y también, pirómano,
lo embarcó para Sevilla
para completar el saldo,
la limpieza de corrales
perpetrada ya por marzo.
Dicen que había reunido
en un bonito cerrado
seis toros que eran seis dijes,
seis pinturas, seis tacazos,
pero cercano al embarque
el Matilla ganadero
y también apoderado,
el voraz comisionista,
el insaciable empresario
advirtió que los seis toros
no tenían los cuatro años.
Si ésta es la mente pensante
cómo serán los gregarios…
***
El caso es que los utreros
se quedaron en el campo
y se embarcaron seis toros
cada uno de un cercado:
uno como un conchaysierra,
otro como un atanasio,
otro un Conde de la Corte
y ya el colmo del petardo
este pobre «Caramelo»
alto, largo, acaballado.
Pareciera del Pilar,
mal comido y mal andado.
No le gustó a las cuadrillas,
no le agradó al empresario,
indignó a los matadores,
sobre todo al peruano.
Cuando Viruta sacó
el cárdeno y el colorado,
la carita de Roberto
era pa haberla pintado.
***
Luego ya saben la historia
el toro se quedó echado,
pudo ser indigestión
o por eludir los pagos.
Me recordó a Alberto Hoyos,
el muerto en vivo apodado,
gran maestro de la estafa,
terror de los impagados,
que por quitarse de encima
acreedores y bancos,
mandó publicar su esquela
diciendo que había finado,
igual que este «Caramelo»
que parecía desmayado
y acabada la corrida
se embarcó para Matilla,
la Matilla de los Caños.
Me dicen que «Caramelo»
corta el viento retozando
por los campos salmantinos
muertito y resucitado.
***
«Caramelo», «Caramelo»,
estirpe de toros bravos,
hijo de la «Caramela»,
reata del «Desgreñado»,
te están echando las culpas
pero aquí hay gato encerrado.
Te quedaste en los corrales,
dicen que congestionado,
se lo creyó el presidente,
no se extrañó el peruano
que cuando salió el sobrero,
zaíno y no colorado,
lo paró como si nada…
¿Acaso estaba avisado?
No se quejó don Roberto,
no se espantó el empresario,
no cambiaron la tablilla,
a Morante no informaron,
que cuando vio aparecer
el torito de Sorando,
preguntó a la autoridad
qué coño estaba pasando.
La culpa la tiene El Lili
ah no, que ya lo has echado…
Ay Morante, Morantito,
te la jugó el peruano,
pero sabes qué te digo,
te está muy bien empleado.
Te montaron el cartel
con Daniel Luque vetado
y tu parecías, qué pena,
de granito un convidado.
Convirtieron esta fecha,
este día tan señalado,
en una vendetta infame,
en un cortijo vedado,
y tú, dueño de Sevilla,
señor de esta plaza y amo
permitiste todo aquello
quedándote muy callado.
Por si no fuera bastante,
este culebrón insano
te la metieron doblada
con el toro de Sorando.
Qué gran torero, Morante,
y qué mal samaritano.
***
Parecía la Maestranza
Villa Arriba la de Abajo,
con el presidente mudo,
con el público estafado,
con el Trono de Sevilla
de mierda hasta los costados.
Pepe Gotera y Otilio
y los cuatro hermanos Dalton,
Rinconete y Cortadillo
o los catorce enterados,
que no están en el tendido
y sí llevándose el manso
muy tiesos y muy tunantes
en el callejón, clavados.
Don Ramón es Fatigón,
Toño Matilla, Leopardo,
don Roberto es Curro Lío
y la plaza ya es de carros,
el que preside es Torrente
y el que escribe esto, el malo.
¿Qué opinan los maestrantes
de tan colosal escándalo?
Hasta aquí llegó el romance
del toro resucitado,
hijo de la «Caramela»
y los catorce enterados
que en el trono de Sevilla
los catorce se han cagado.