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TALAVANTE ADELANTA LA HORA DE LOS FUEGOS

Bilbao / Juan Pedro Domecq

(CRÓNICA)

Por Juan Carlos Gil / Foto: BMF Toros – Estefanía Azul

Talavante ha recuperado su conexión eléctrica con el público y el sitio con la espada, lo que le ha valido un gran triunfo en Bilbao. Y, además, hay que apuntar que con la particular cadencia de sus muñecas ha dibujado dos verónicas lentas, armónicas y templadas al precioso sexto. Su faena al ejemplar de Juan Pedro, descolgado y humillador, tuvo un arranque vibrante con las dos rodillas en tierra corriendo la mano diestra con gusto y compás para finalizar el prólogo con un pase cambiado por la espalda. En el toreo fundamental sobresalieron algunos derechazos largos y acompasados cuando Alejandro dejó la muleta en la cara y se lo trajo toreado desde el comienzo de la suerte para soltarlo al final del muletazo.

Sin embargo, en más ocasiones de las debidas, pecó de quedarse en la pala del pitón para aprovechar la inercia y hacer pasar al toro por fuera del engaño, que no es lo mismo que torear. También cinceló una bonita serie a pies juntos con la mano izquierda que tuvo buen son y un temple exquisito. Con el primero de su lote estuvo fácil y supo aprovechar las potables condiciones de un toro que iba y venía. El extremeño, sin muchas apreturas, le endilgó dos series diestras con empaque y cierto sabor a toreo bueno. Los dos espadazos fueron la guinda que le puso el triunfo en bandeja.

José María Manzanares estuvo muy voluntarioso en su lote, apretando el acelerador ante el segundo de la tarde, al que a base de consentirle por el pitón derecho y dejárselo llegar al engaño le robó dos buenas tandas reunidas y templadas. No hubo el mismo entendimiento por el izquierdo porque el animal soltaba la cara y punteaba en exceso el engaño. El alto y cariavacado quinto no le dio muchas opciones y José Mari lo intentó sin demasiado convencimiento.

La primera de las dos actuaciones de Morante de la Puebla en la Aste Nagusia duró exactamente siete minutos. Tres en el primero, al que le quitó las moscas muy toreramente. Y cuatro ante el segundo, con el que hizo un esfuerzo generoso al ponerse muy de verdad con la mano izquierda y robar los naturales más cadenciosos y reunidos de la tarde. Sin embargo, una voz irrespetuosa del tendido desconcentró al genio y resolvió la ecuación por la vía rápida. Su balance fue de bronca y bronca, como antiguamente.

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