Blog
0

UN NUEVO PACO CAMINO HA NACIDO EN MAIRENA DEL ALCOR

(OPINIÓN)

Por Álvaro Acevedo

Cuando sale un novillero toreando bien se corre una especie de voz de alarma. Estaba en Las Ventas el domingo y empezaron a llegarme mensajes sobre un joven de Zaragoza, Aarón Palacio, que había dejado huella en su presentación en la Maestranza. En el breve resumen que ofrece la Empresa Pagés se intuye un sólido valor y aflora un gran concepto del toreo, así que me dio coraje no estar en Sevilla para ver su faena al completo.

Días antes, dos amigos de Mairena del Alcor -y que además de amigos, son artistas- me habían hablado maravillas de un chiquillo de su pueblo llamado Manuel Domínguez, y me recomendaban que lo siguiese en la becerrada que Canal Sur iba a retransmitir desde Guillena. Al coincidir con el dichoso San Isidro me fue imposible, pero en este caso he podido ver a posteriori su actuación completa. El niño me ha dejado loco.

Porque este Manuel Domínguez, cuya ascendencia taurina se reduce a que es hijo de un electricista, es torero desde que lo parió su madre. Lo primero que llama la atención es que, como le pasaba a Morante cuando era un niño, tiene cara de torero. Esto no se soluciona en una clínica de estética. A usted le podrán arreglar la nariz pero como tenga cara de boticario, la cara de boticario se le lleva usted a la tumba se ponga como se ponga. Pablo Aguado por ejemplo también tiene cara de torero, y la cara de torero sigue ahí en las malas tardes, igual que sigue la cara de boticario.

Manuel Domínguez respondía en el patio de caballos a Noelia López y parecía un torero. Lo parecía tanto, que era imposible que no lo fuese. Serlo y parecerlo. Salió entonces al ruedo y cautivó a toda la plaza, porque se desenvolvió con una soltura, una torería, una gracia y una inteligencia verdaderamente extraordinarias. Pero es que además lo hizo todo con la inocencia propia de un chiquillo que está empezando. O sea, no era un viejo recortado, un ratón que se las sabe todas. Se palpaba que lo suyo era pura intuición, una lucidez innata que afloraba como por arte de magia. 

Verlo torear con la mano izquierda, entrar y salir de las series, desplantarse, improvisar, adornarse y en definitiva, ejecutar todas y cada una de las suertes desde los estatuarios iniciales hasta la estocada final en el mismísimo hoyo de las agujas a ese excelente eral de El Torero al que tiró sin puntilla, fue un auténtico regalo de Dios. Es pronto, demasiado pronto para todo, incluso para elucubrar acerca de si tendrá o no valor, pero aquella faena que embaucó a la plaza entera, que deleitó a todos los que la presenciaron, fue realizada después de una espantosa voltereta en un quite al novillo de un compañero, que hubiera arrugado a cualquier chavalín, y mucho más a alguien como Manuel, prácticamente un debutante. Me voy a ir a tomar café a Camas, para que me cuenten si una cosa así era aquel niño llamado Paco Camino.

Iniciar Sesión

Noticias similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

error: Content is protected !!